Después de la visita a Guatemala de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, he estado reflexionando sobre los altos índices de violencia que sufren las mujeres, niños, niñas y adolescentes en Guatemala, incluyendo violencia sexual y femicidio. Aunque la pandemia por COVID-19 ha hecho que la situación sea aún peor, me gustaría recordar a los líderes de Guatemala y de los Estados Unidos que hay razones para tener esperanza y su compromiso es esencial para mantenerla. Como alguien que fue abusada sexualmente por muchos años de niña, sé que esto es verdad. Sé que la protección, la restauración y la justicia son posibles en Guatemala.
Yo tenía catorce años cuando la policía arrestó al hombre que había estado abusando de mi por dos años. Era el año 2007 y apoyarme en la policía fue difícil para mí. Tuve que contar mi historia muchas veces. Cuando comenzó el juicio, el tribunal me llamó varias veces, pero no tomó mi declaración y me hizo esperar. Cuando finalmente me llamaron para testificar, entré a la sala del tribunal y vi que el agresor estaba allí. Hubiera deseado poder testificar en un espacio seguro para dar mi declaración sin temor. La Cámara Gesell, una sala privada para que las víctimas den su declaración jurada grabada en video, no fue una opción para mí.
Fue difícil contar lo que pasó frente a la persona que abusó de mí, porque yo veía su rostro. Aún con el apoyo de una abogada y una trabajadora social proporcionadas por Misión Internacional de Justicia (IJM), no fue fácil para mí lograr el acceso al sistema público de justicia hace catorce años, y estoy segura de que lo mismo les pasó a otras víctimas.
Ya no es el 2007, y hoy, cuento mi historia porque quiero que quienes han sido abusados sepan que las cosas han cambiado mucho en Guatemala. También la cuento para que las autoridades escuchen mi voz como una sobreviviente que fue usuaria del sistema público de justicia.
IJM llevó a cabo un estudio en cuatro departamentos que mostró que en una mayoría de casos de violencia sexual contra la niñez ahora se utilizan procesos centrados en la víctima para protegerlos de un mayor trauma. Ahora, la Cámara Gesell y las declaraciones grabadas en video son utilizadas casi siempre para que los niños y las niñas no tengan que declarar frente al agresor, como yo tuve que hacerlo. Las penas de prisión para los violadores condenados son más largas que las que recibió el agresor en mi caso: a él solo ocho años le dieron, pero salió en cuatro por el beneficio que les dan por buena conducta.
En Guatemala existen ahora el Registro Nacional de Agresores (RENAS), el Observatorio de las Mujeres, una base de datos de acceso público donde se analizan los datos de los delitos, y el Instituto de la Víctima. Éste abrió sus puertas en septiembre del 2020 para brindar una atención integral a víctimas y así retomar su proyecto de vida de manera resiliente y empoderada.
Durante su creación, me uní a veintitrés adultos sobrevivientes de violencia sexual infantil para colaborar en el desarrollo de enfoques centrados en el sobreviviente e informados en el trauma. El hecho que nuestras voces y experiencia se tomaron en cuenta en esta creación es un logro histórico para nuestro movimiento de sobrevivientes de violencia sexual infantil, Mi Historia Importa, y para el Estado de Guatemala.
La justicia en Guatemala ha avanzado desde que mi caso llegó al tribunal. He visto que las instituciones se han esforzado por dar atención a los sobrevivientes a nivel nacional. Sé aún hay trabajo por hacer para que las mujeres, niños, niñas y adolescentes puedan tener acceso a los servicios de justicia que merecen, para que se sientan seguros donde viven y no tengan que huir del país por la violencia. Desde mi comunidad, veo la necesidad de más oportunidades de desarrollo para mujeres, y para ello creo en la importancia de proveer protección y justicia para que el empoderamiento sea verdaderamente accesible.
A los sobrevivientes de violencia les digo: ¡Su historia importa! Y a nuestros líderes de la nación: Está en sus manos el proveer protección y atención digna a las personas vulnerables. A la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris: Su trabajo para el Triángulo Norte será importante para incrementar el acceso a la justicia para mujeres como yo. Y a los guatemaltecos y guatemaltecas: He aprendido que al trabajar juntos tenemos fuerza, resiliencia y poder para liderar un movimiento que haga de Guatemala un lugar seguro, ¡trabajemos juntos!
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*Jakelin Mayen: Es activista del movimiento Mi Historia Importa, miembro del Consejo Fundador de la Red Global de Sobrevivientes, parte del equipo de Misión Internacional de Justicia y estudiante de Derecho.
Esté artículo de opinión fue publicado primero en Prensa Libre, Guatemala